Es chistoso como uno se acostumbra a las cosas de todos los días.
Me acostumbro a que suene el despertador y no me levanto, me acostumbro a que llegue siempre L del baño preguntando si no le habló Ricky Martin, a que los lunes vienen los de la empresa esa A-Z donde todos tienen Ford Fiesta Blanco y ocupan todo el pinche estacionamiento y a que ese día me tengo que estacionar bien lejos (argh!) y por eso me acostumbro a casi odiarlos, me acostumbro a ver al señor cieguito que está en la calle a la vuelta del edificio, en el semáforo donde paso diario, al que diario le niego ayuda, y que diario me pregunto si en realidad es ciego. Así como me acostumbro a hacer berrinche porque se me acabó el bodywash y me tengo que bañar con jabón de barra.
Y a veces me detengo y pienso que soy mala, que no hago nada por ayudar a los demás, y no hablo de la gente que conozco o quiero (con ellos trato de ser más o menos buena) sino con otras personas que quizá necesitan más la ayuda, nadie escojió en qué familia ni en qué medio nacer, definitivamente hay personas más afortunadas que otras, eso me hace pensar como sería yo si no hubiese nacido en la familia que nací, si no hubiera terminado una carrera, si hubiera tenido algún desafortunado accidente, ah Irma, porque piensas tantas cosas, pues sí, a veces pienso que me va muy bien, que tengo todo para ser feliz, que casi todos pedimos demasiado. Pero solo a veces.
gotta go.
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