17.9.03

Hace un rato me caí. En plena oficina. Fué tan rápido, que casi ni tuvieron oportunidad de apreciarlo (ni de reírse). Mi zapato de piso me traicionó y sucumbió ante el piso de mármol, granito, o no se que sea. Me fui de lado, metí la mano, y el golpe en la rodilla no fué tan fuerte afortunadamente, me levante en chinga.

El resultado: un morete en la rodilla, pobre rodilla, de por sí sufre con el aire acondicionado del cine (sí, como viejita). Hace un buen que no me caía, me había salvado varias veces, en la escalera de donde vivo, el otro día baje como 3 escalones en el tiempo que debí haber bajado solo uno, alcancé a detenerme, ni quiero pensar, me hubiera ido de bocota.

Cualquier caída, despues de la del verano pasado, no sería nada, aquella vez, las partes rojas, que fueron luego moradas tirándole a negro, pasaron por bellas tonalidades de verde, amarillo, antes de recuperar su color normal café con leche. Creía que ya nunca me dejaría de doler el brazo. Pero pasó.

Hoy solo me dolió un ratitito. Los moretes son siempre parte fundamental de mi ser. Siempre tengo por lo menos uno. Eso no me preocupa. Me preocupan mis entregas, voy bien atrasada, y todavía vengo a escribir aquí. Aysh.

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